Mito 1: La muerte resuelve todos los problemas
Muchas personas desean ascender. Algunas de estas personas creen que la tristeza que sienten, así como todas las dificultades que atraviesan en sus vidas, simplemente desaparecerán en cuanto asciendan. Algunos incluso creen que puede ser necesario dejar su vehículo de manifestación material para conseguirlo. Sin embargo, olvidan que sus dificultades y limitaciones no desaparecen con la desencarnación como por arte de magia. Una persona encarnada que es infeliz seguirá siendo infeliz cuando desencarne. Los sentimientos negativos que acompañan a la persona no desaparecen sólo porque la persona haya muerto. La muerte no cambia nada. Lo que debe cambiar es la actitud de esa persona ante la vida. La ascensión la construye la propia persona a través de su esfuerzo personal por mejorar. No es algo que dependa de los maestros de la Espiritualidad Superior sino del propio individuo. Los Maestros y los Seres de Luz ayudan pero no hacen el viaje por el individuo. La trayectoria de cada uno en el largo camino de la evolución espiritual es personal e intransferible.
Mito 2: Ganar al sujeto
En algunos círculos espiritualistas menos desarrollados se ha convertido en un lugar común denigrar la materialidad de la vida. Esta mentalidad se basa en la creencia de que el interés del cuerpo es contrario al interés del Alma. Sin embargo, el Alma y el cuerpo son complementarios entre sí. No son opuestos. Son tan complementarios como la energía del Yin y el Yang. El objetivo de dos personas en una pareja es amarse y no guerrear entre sí. El objetivo de la evolución de las Almas es integrar la divinidad en la materia y hacer brillar los valores de la Espiritualidad superior en la vida cotidiana de los seres humanos. Por lo tanto, una persona no necesita ir a ningún lugar del planeta para espiritualizarse (India, Tíbet, Nepal, Machuu Pichuu entre otros) a menos que dicho viaje esté previsto en su plan de encarnación para ayudar a cumplir su propósito. El cumplimiento de este propósito podría implicar la meditación en determinados lugares sagrados, la recepción de curaciones y las iniciaciones de los maestros, entre otros. Sin embargo, en muchos casos esto no es necesario.
El cuerpo sirve al propósito del Alma. Así, al Alma le interesa que el cuerpo esté sano, fuerte y bien alimentado. La persona que descuida su salud porque cree que no es importante y que sólo importa el Alma, está actuando en contra de los intereses de su propia Alma. Cuanto más sano es un cuerpo físico, más tiempo puede el Alma manifestarse a través de él y en mejores condiciones cumplir su propósito más fácilmente. El propósito del cuerpo es servir al Alma y el propósito del Alma es servir a Dios.