En cierto momento de mi vida, necesité abandonar la religión para encontrar a Dios en mí mismo. En realidad, fue un viaje hacia mí mismo que comenzó alrededor de los 21 años. Encontré a Dios a través de la espiritualidad y no de la religión. Para encontrar la Espiritualidad, necesitaba seguir un camino más racional, ya que mi formación como ingeniero informático me empujaba a ello, es decir, a comprender el algoritmo divino a través del cual funciona el Universo. Entender el Universo como si fuera un programa de ordenador, estudiar sus reglas, sus condiciones, fundamentalmente estudiar las Leyes Espirituales que hacen que el Universo funcione como un todo armónico en el que todos los actores evolucionan (Ley de la Evolución postulada por Allan Kardec en El Libro de los Espíritus).
Para entender el Universo necesitamos estudiar la Espiritualidad, la Filosofía y la Ciencia, concretamente la Física Clásica y la Física Cuántica. Cuando estudiamos, adquirimos conocimientos que cambian nuestra forma de ver el mundo, en esencia, nuestra percepción. Como el mundo que vemos es pura percepción, cuando alteramos nuestra percepción, automáticamente nuestro mundo cambia. En el camino para entender el Universo debemos prestar atención a varios conceptos:
El espacio
¿Cuál es el espacio entre cada partícula subatómica que forma los átomos de los que se compone todo el universo material, es decir, toda la materia bariónica? ¿Qué hay entre un electrón y el núcleo de un átomo de hidrógeno? El lector puede responder que hay espacio. ¿De qué se compone entonces el espacio?
Sobre el espacio, el físico Konrad Finagle (1858-1936) se pregunta lo siguiente:
“Considera lo que ocurriría si se eliminara el espacio entre la materia. Todo en el universo se compactaría en un volumen no mucho mayor que el de un grano de polvo… es el espacio el que impide que todo ocurra en el mismo lugar”.
Los modelos informáticos calculan que la materia total del universo podría comprimirse hasta el tamaño de un guisante.
Por su parte, el cosmólogo Joel Primack, de la Universidad de California en Santa Cruz, postula:
“El big bang no ocurrió en algún lugar del espacio; ocupó la totalidad del espacio”.
Por su parte, Gregg Braden, autor de La matriz divina, afirma:
“El big bang fue el propio espacio explotando y transformándose en una nueva configuración de energía, ¡en forma de esa misma energía!”